Las cosas que sabemos sobre la realidad pueden competir en imaginación con nuestras mejores ficciones: El sol es una esfera gigante de gas incandescente con un volumen que podría contener un millón de planetas del tamaño de la Tierra. Está a 150 millones de kilómetros de distancia de nosotros. Brilla gracias a la energía de fusión termonuclear que libera la transmutación de hidrogeno en helio que sucede en su núcleo. Una estrella típica convierte millones de toneladas de masa en energía cada segundo y cada gramo libera tanta energía como una bomba atómica. El sol es parte de una galaxia llamada vía láctea que incluye otras miles de millones de estrellas más. En el rango del universo observable, varias estrellas explotan cada segundo destruyendo a todos los planetas que las orbitan; a estas explosiones se les llama supernova y son la fuente de la mayoría de los elementos que componen nuestros cuerpos y nuestro planeta. Existen hoyos negros en el centro de las galaxias capaces de devorar estrellas. Los astrónomos han llamado a este suceso cuásar y cuando sucede brilla con la intensidad de un billón de soles. ¿Cómo es que sabemos estas cosas tan asombrosas? Nadie ha visitado una estrella para ver o ser testigo de nada de esto, así que no es gracias a la experiencia directa. Este conocimiento no existe en la naturaleza para ser descubierto, ni en ningún libro antiguo o sagrado, así que no es gracias a ninguna revelación. Solo se puede encontrar en los libros creados por el humano moderno porque son conjeturas creadas en la mente humana, es decir, son explicaciones creadas por los humanos. Este tipo de explicaciones son falibles, provisionales, mejorables, y la forma en que se mejoran es mediante el criticismo y la experimentación. Al final estas explicaciones son teorías de lo que hay en el mundo externo a nosotros, y su función es ser útiles. Mientras más las corregimos, más se acercan a la realidad del mundo externo y son más útiles. Según el filósofo David Deutsch, el alcance de estas explicaciones es infinito debido a su falibilidad que les permite continuar evolucionando indefinidamente. Entonces, cuando aceptamos explicaciones que pretenden ser infalibles, eternas, sagradas, aceptamos también un límite a nuestro conocimiento y por lo tanto a nuestro desarrollo.
A continuación, un extracto del libro “The Beginning of Infinity”
Por: David Deutsch
Capítulo 1: El alcance de las explicaciones
─Extracto
A simple vista el universo más allá de nuestro sistema solar se mira como unos cuantos miles de puntos brillantes en el cielo nocturno mas las trazas tenues de la vía láctea. Pero si le preguntas a un astrónomo qué es lo que hay allá afuera en realidad, no te hablará solo sobre puntos y trazas en el cielo sino sobre esferas de gas incandescente con millones de kilómetros de diámetro y a años luz de distancia lejos de nosotros. Te dirá que el sol es una estrella típica, y que solo se mira diferente a las demás porque estamos mucho más cerca de ella ─aunque todavía a unos 150 millones de kilómetros de distancia. Aún a esas distancias inimaginables, estamos seguros de que sabemos qué hace a las estrellas brillar. El astrónomo dirá que las estrellas brillan intensamente gracias a la energía nuclear liberada por la transmutación ─la transformación de un elemento químico en otro (principalmente hidrogeno a helio). Los alquimistas soñaron desde siempre el tener el poder de transformar metales como el plomo y el hierro en oro, pero nunca se acercaron siquiera a entender cómo lograrlo. Los científicos en el siglo veinte sí lo entendieron y también las estrellas. Cuando explotan en una supernova, los metales básicos pueden ser transmutados en oro por las estrellas, y también por seres inteligentes que entienden el proceso que energiza a las estrellas, y por nada más en el universo.
Respecto a la vía láctea, el astrónomo dirá que, a pesar de su apariencia insustancial, es el objeto más grande que podemos apreciar a simple vista. Es una galaxia que incluye miles de millones de estrellas unidas por las fuerzas de gravedad a través de miles de años luz. La vemos desde adentro, porque somos parte de ella. Dirá que, aunque el cielo nocturno aparenta ser sereno e inmutable, el universo está repleto de actividad violenta. Una estrella típica convierte millones de toneladas de masa en energía cada segundo, cada gramo libera tanta energía como una bomba atómica. Te dirá que, dentro del rango de nuestros mejores telescopios, los cuales pueden ver más galaxias de lo que hay estrellas en nuestra galaxia, hay varias explosiones supernova cada segundo, cada una, por un momento breve, más brillante que todas las estrellas de la galaxia juntas. No sabemos dónde más existe vida o inteligencia fuera de nuestro sistema solar, así que no sabemos cuántas de esas explosiones son tragedias horribles. Pero sí sabemos que una supernova destruye todos los planetas que la orbitan, desapareciendo todo rastro de vida posible ─incluyendo vida inteligente, a menos que tengan tecnología muy superior a la nuestra que les permita escapar. Sin embargo, debemos nuestra existencia a las supernovas, ellas son la fuente, a través de la transmutación, de la mayoría de los elementos que componen nuestros cuerpos y nuestro planeta.
Hay fenómenos que brillan aún más que una supernova. En marzo del 2008 un telescopio de rayos X en órbita alrededor de la Tierra, detectó una explosión del tipo conocido como estallido de rayos gamma a 7,500 millones de años luz de distancia. Esa distancia es la mitad del universo conocido. Probablemente fue una sola estrella colapsando para formar un hoyo negro. La explosión fue más brillante que un millón de supernovas, y pudo ser visible a simple vista desde la Tierra. Otra clase de monstruos cósmicos, los objetos intensamente luminosos conocidos como cuásar, están en una liga diferente. Demasiado distantes para ser vistos a simple vista, pueden brillar millones de años más tiempo que una supernova. Obtienen su energía de enormes hoyos negros en el centro de las galaxias que tragan estrellas completas, a veces varias en un solo día. Campos magnéticos intensos canalizan parte de la energía gravitacional hacia afuera en forma de jets de partículas altamente energizadas, las cuales iluminan el gas alrededor con la energía de un billón de soles. Las condiciones son aún más extremas al interior de un hoyo negro, donde el mismo tejido espacio-tiempo empieza a rasgarse. Todo esto sucede en un universo inexorablemente expansivo que empezó hace unos catorce mil millones de años con una explosión, el Big Bang, que hace a todos los otros fenómenos que hemos discutido parecer menores e inconsecuentes en comparación. Y ese universo es solo una rebanada de una entidad más grande, el multiverso, que incluye una cantidad muy grande de otros universos.
El mundo físico no es solo más grande y violento de lo que alguna vez nos pareció, sino también es inmensamente más rico en detalles, diversidad e incidentes. Sin embargo, todo procede de acuerdo con leyes elegantes de la física que entendemos hasta cierto grado. No sé qué es más increíble, los fenómenos en sí mismos o el hecho de que podamos saber tanto sobre ellos.
Pero ¿cómo sabemos tanto? Una de las cosas más sorprendentes sobre la ciencia es el contraste entre el enorme alcance y poder de nuestras mejores teorías y los métodos locales, precarios que usamos para crearlas. Ningún humano ha estado en la superficie de una estrella, mucho menos ha visitado su núcleo donde sucede la transmutación de elementos y se produce la energía. Aun así, vemos esos puntos fríos en el cielo nocturno y sabemos que estamos viendo la superficie de hornos nucleares distantes. Físicamente, esa experiencia consiste en nada más que nuestros cerebros respondiendo a impulsos eléctricos en nuestros ojos. Y los ojos solo pueden detectar luz que llega a ellos en el momento. El hecho de que esa luz fue emitida hace mucho tiempo y a una distancia muy lejana, y que mucho más estaba pasando que solo la emisión de luz ─esas no son cosas que podemos ver. Las sabemos solo en teoría. Las teorías científicas son explicaciones, aseveraciones sobre lo que hay allá afuera y cómo se comporta. ¿De dónde vienen estas teorías? Durante la mayor parte del tiempo de la historia de la ciencia, se creía erróneamente que las derivamos de nuestros sentidos ─esta es una doctrina filosófica conocida como empirismo.
En realidad, las teorías científicas no se derivan de nada. No las leemos en la naturaleza, ni tampoco la naturaleza nos las escribe para nosotros. Simplemente son suposiciones, conjeturas atrevidas. Las mentes humanas las crean al reorganizar, recombinar, alterar, y agregar ideas existentes con la intención de mejorarlas. No empezamos con una tabla rasa al nacer, sino con intenciones, expectativas y una habilidad innata para mejorar usando el raciocinio y la experiencia. La experiencia es, en efecto, esencial para la ciencia, pero su rol es diferente al supuesto por el empirismo. No es la fuente de donde se derivan las teorías. Su principal uso es el elegir entre las teorías que ya se han supuesto. Eso es el significado de aprender de la experiencia.
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