A continuación, comparto el sexto extracto traducido del libro La constitución del conocimiento.
Por: Jonathan Rauch
Capítulo 3
Parte 3
El conocimiento objetivo no viene de la certeza de ningún individuo, sin importar si se trata de un genio; ni de la autoridad de los sacerdotes ni príncipes; ni siquiera de un experimento o de algún método científico rígido. No hay una sola cosa que todos los investigadores hacen, o no hacen. En un día cualquiera, incluso los mejores investigadores no están de acuerdo en quién está haciendo ciencia “de verdad” y quién está rompiendo las reglas.
Los límites de la comunidad basada en la realidad nunca están perfectamente delineados. Lo que la separa de otras comunidades es que sus miembros operan e interactúan en base a valores y reglas generalmente compartidos; aceptan la autoridad de esos valores y reglas, en lugar de la autoridad de alguien o algo en particular; y se hacen responsables los unos a los otros. Por eso podemos decir que constituyen una red social.
La objetividad, la racionalidad, y lo fáctico, no solo habitan en la mente de los individuos sino también en la red. “La objetividad es una característica de una comunidad que practica la ciencia, más que de un individuo”, escribió la filósofa Helen E. Longino en su libro, La ciencia como un conocimiento social. Como humanos, todos externalizamos nuestras interpretaciones de la realidad, e incluso nuestras percepciones de la realidad, a nuestros grupos y redes sociales. Los experimentos psicológicos de Muzafer Sherif's y Solomon Asch's demostraron hace varias décadas cómo otros influencian lo que pensamos, lo que decimos, incluso lo que vemos. Pero el reemplazar una red personal o tribal, la cual es pequeña, familiar o privada, con una red liberal, la cual es amplia, global, impersonal, pública, y abierta al criticismo, cambia las reglas del juego. En la red liberal, la realidad puede tomar formas que trascienden la experiencia de las personas completamente, al punto donde solo las matemáticas pueden describirla. “Lo que se convertirá en conocimiento científico es producido colectivamente a través del choque y el entrelazamiento de una variedad de puntos de vista,” escribió Longino. “Mientras que las creencias subyacentes puedan ser articuladas y sujetas al criticismo por la comunidad científica, pueden ser defendidas, modificadas, o abandonadas en respuesta al criticismo. Mientras que este tipo de respuesta sea posible, la incorporación de hipótesis al canon del conocimiento científico puede ser independiente de cualquier preferencia individual subjetiva”. Mientras la red trasciende las contribuciones e incluso el alcance cognitivo de cualquiera de sus participantes, se convierte en un panal de inteligencia, una mente social. Como Steven Sloman y Philip Fernbach lo escribieron en su libro de 2017, La ilusión del conocimiento:
“Las personas son como abejas y la sociedad un panal, nuestra inteligencia reside no en cerebros individuales sino en la mente colectiva. Para funcionar, los individuos se apoyan no solo en conocimiento almacenado en nuestros cráneos sino también en conocimiento almacenado en otras partes: en nuestros cuerpos, el ambiente, y especialmente en otras personas. Cuando lo pones todo junto, el pensamiento humano es increíblemente impresionante. Pero es el producto de una comunidad, no de un solo individuo.”
En la racionalidad en red, también encontramos una respuesta al problema del sesgo y la percepción errónea. Los críticos de la ciencia a menudo argumentan que la ciencia debe estar sesgada porque los científicos individuales, como todos los demás humanos, están sesgados. De hecho, como argumentó el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn en su libro de 1962, La estructura de las revoluciones científicas, los científicos individuales a veces ni siquiera son racionales. La respuesta es, por supuesto, que los científicos en efecto están sesgados. Pero esa premisa no justifica la conclusión de que la ciencia liberal en su conjunto está sesgada. Aunque los miembros de la comunidad basada en la realidad pueden ser tan ciegos a sus propios errores y sesgos como cualquiera, no son ciegos a los errores y sesgos de aquellos con quienes discrepan.
Lo que importa no es que los individuos en la comunidad sean imparciales, sino que tengan sesgos diferentes, de modo que yo vea tus errores y tú veas los míos. “Los científicos revisan los números de los demás,” escribe Lee McIntyre en La actitud científica. “No esperan encontrar un error; salen a buscarlo.” Aunque los científicos individuales pueden ser tan irracionales y obstinados como cualquier otra persona, “la ciencia ha hecho un esfuerzo a nivel comunitario para hacer correcciones”.
Siempre que la red contenga una gran diversidad de puntos de vista, “la ciencia,” escribe McIntyre, “es más objetiva que la suma de sus practicantes individuales.” La ventaja de la comunidad basada en la realidad no es que detecte cada error inmediatamente, sino que detecta la mayoría de los errores eventualmente, y muchos errores muy rápidamente. Ningún otro régimen puede hacer esa afirmación, o acercarse siquiera. Y así, la mejor manera de pensar en la racionalidad y la objetividad no es solo como atributos de los individuos, sino también, y principalmente, como atributos de la comunidad basada en la realidad como un sistema, una red. Como ha escrito el psicólogo Jonathan Haidt:
"Debemos tener cuidado con la capacidad de razonamiento de cualquier individuo. Deberíamos ver a cada individuo como limitado, como una neurona... Una neurona por sí sola no es muy inteligente. Pero si pones neuronas juntas de la manera correcta obtienes un cerebro; obtienes un sistema emergente que es mucho más inteligente y flexible que una sola neurona... Si juntas a los individuos de la manera correcta, de modo que algunos individuos puedan usar sus poderes de razonamiento para refutar las afirmaciones de otros, y todos los individuos sientan algún vínculo común o destino compartido que les permita interactuar civilmente, puedes crear un grupo que acabe produciendo buen razonamiento como una propiedad emergente del sistema social."
Peirce, hace tantos años, lo entendió bien. “No es la experiencia ‘mía’ sino la experiencia ‘nuestra’ la que debe ser considerada; y este ‘nosotros’ tiene posibilidades indefinidas.” La ciencia liberal es la mayor de todas las redes sociales.
Solo la economía global puede desafiar su alcance y capacidad organizativa, pero el capitalismo tiene más defectos e inconvenientes. En cuanto a las redes sociales digitales aclamadas hoy en día, su competencia organizativa y producción son insignificantes en comparación con las de la ciencia liberal. O al menos, eso sostengo. Pero cuando alabo tan entusiastamente a la ciencia liberal, ¿qué estándares uso para juzgarla? Una pregunta justa, que merece una respuesta explícita.
Un régimen epistémico—es decir, un sistema público para adjudicar diferencias de creencias y percepciones y para desarrollar conclusiones compartidas y fundamentadas sobre la verdad—debería proporcionar tres bienes públicos:
Primero, conocimiento. El sistema debería ser competente en distinguir la realidad de la no-realidad, y en construir sobre descubrimientos previos de modo que el conocimiento se acumule, generando aún más conocimiento.
Segundo, libertad. El sistema debería fomentar en lugar de reprimir la autonomía humana, la creatividad y el empoderamiento. Debería dar la bienvenida y explotar la diversidad humana, especialmente la diversidad de opiniones, y no debería permitir que ninguna persona o facción use la fuerza o la intimidación para controlar lo que otros dicen o creen.
Tercero, paz. El sistema debería premiar la conciliación social, maximizar el número de desacuerdos que sean resolubles, y compartimentar y marginalizar los desacuerdos cuando no pueda resolverlos. Debería inculcar valores intelectuales que aborrezcan la violencia y el acoso, y debería establecer instituciones y normas que toleren e incluso abracen el desacuerdo y la duda.
Nadie debería esperar que cualquier sistema de producción de conocimiento sea perfecto, o se acerque a ello. Aun así, muchos siglos de historia muestran que el sistema liberal—la comunidad basada en la realidad—se acerca más a la perfección que cualquier otra invención social humana. Ha generado, acumulado y difundido conocimiento a un ritmo asombroso.
Como señaló Michael Polanyi hace dos generaciones, las autoridades pueden encarcelar a pensadores particulares o bloquear investigaciones particulares, y pueden así distorsionar el progreso del conocimiento; pero la comunidad basada en la realidad, por su propia naturaleza, es demasiado grande, descentralizada y fluida para ser moldeada o controlada. “Puedes matar o mutilar el avance de la ciencia,” escribió Polanyi, en La República de la Ciencia, pero “no puedes moldearla. Porque puede avanzar solo mediante pasos esencialmente impredecibles, persiguiendo problemas propios.” De hecho, cualquiera que pida que ciertos puntos de vista sean privilegiados o que ciertas ideas sean censuradas no está, por definición, haciendo ciencia. Además, a medida que la comunidad basada en la realidad organiza a más investigadores y equipos en más países—con el ingreso de países en desarrollo y nuevos reclutas a la red—controlar y dominar la comunidad solo se vuelve más difícil. Finalmente, la ciencia liberal ha relegado las guerras de credo violentas a los libros de historia. Eso no quiere decir que no puedan ocurrir disputas amargas y polarizadas, como en la disputa mencionada sobre la extinción de los dinosaurios. En el discurso político estadounidense en general, el conflicto ideológico está adoptando cada vez más aspectos de conflicto de credo entre realidades contendientes. Pero el conflicto de credo es invariablemente más volátil y peligroso donde la Constitución del Conocimiento no está en vigor. Donde prevalece la Constitución del Conocimiento, no encontrarás bandas rivales de científicos o periodistas o abogados pidiendo que se censuren los libros de los demás y se queme a los cuerpos. Pero ¿qué es exactamente la Constitución del Conocimiento? ¿Cuáles son sus reglas y límites? ¿Quiénes son sus participantes? Hasta ahora he aludido a ellos. Es hora de definirlos.
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