Los organismos que han sobrevivido y evolucionado hasta el presente son los más aptos para mantener un funcionamiento óptimo y satisfacer sus propias necesidades individuales. De la misma manera, los seres vivos desde el inicio han reconocido la importancia de forjar alianzas para defenderse y lograr objetivos en común. Esta habilidad de unir esfuerzos también ha otorgado una ventaja evolutiva importante a los grupos de organismos más talentosos en este respecto. Este es el origen biológico evolutivo del eterno conflicto entre el egoísmo de las decisiones que solo benefician al individuo, y las decisiones que den prioridad al bien común. Homo sapiens ha sido históricamente capaz de navegar este aparente conflicto, a tal grado que le ha permitido formar sociedades soberanas que aglomeran a miles o hasta millones de individuos en una sola nación bajo el mando de un solo líder o grupo pequeño que controla el poder. En el caso de las sociedades democráticas más avanzadas, esto se ha logrado gracias a la creación de instituciones que han civilizado a la población y han permitido el florecimiento y el desarrollo sostenido por periodos largos de tiempo. Sin embargo, igualmente de soberano e impresionante ha sido el colapso de las civilizaciones a través de la historia de la humanidad, llevadas a la ruina total por el ascenso de líderes psicópatas, guerras, y una descomposición sociocultural generalizada. Según el neurocientífico Antonio Damasio, este conflicto psicosociológico deriva de una especie de deseo suicida que es el legado ancestral de nuestros antepasados primitivos y que solo puede controlarse cultivando la civilización, las instituciones, y la educación de los individuos.
A continuación un extracto del libro The Strange Order of Things escrito por el neurocientífico investigador Antonio Damasio.
Por: Antonio Damasio
¿Existe una razón biológica detrás de la crisis cultural?¿Qué podemos decir respecto al significado de la situación actual en términos biológicos? ¿Cuál es la razón por la que los humanos periódicamente borran las ganancias culturales que han logrado, por lo menos parcialmente?
Entender las bases biológicas de la mente cultural de los humanos no nos da una respuesta completa, pero podría ayudarnos a lidiar con el problema. De hecho, desde la perspectiva biológica, los repetidos fracasos culturales no deberían ser inesperados. La razón fundamental fisiológica y la preocupación primordial de la homeostasis es la vida de un organismo individual dentro de sus fronteras orgánicas. Bajo estas circunstancias, la homeostasis sigue siendo de alguna manera, un asunto local enfocado en el templo que la subjetividad humana ha diseñado y construido ─el Yo mismo. Esta preocupación por el bienestar puede ser extendida hacia la familia y a un grupo pequeño. Puede ser extendida aún más, hacia grupos más grandes, en base a negociaciones en donde el prospecto de beneficios generalizados y el poder están bien balanceados. Pero la homeostasis no se preocupa espontáneamente por grupos grandes, especialmente heterogéneos, no se diga con culturas y civilizaciones completas. El esperar una armonía espontánea de un grupo grande y cacofónico de humanos, es esperar lo inesperado.
Las sociedades están usualmente fragmentadas, constituidas por organismos separables con fronteras más o menos definidas. La homeostasis tiende naturalmente a hacer su trabajo en relación con cada organismo individual y nada más. Los organismos culturales dejados a sus propios medios, sin el contrapeso de esfuerzos civilizados enfocados a lograr algún nivel determinado de integración, aparentemente, no logran converger pacíficamente. Diferentes grupos humanos han hecho descubrimientos sofisticados para lograr regular la vida cultural en diferentes lugares y en diferentes puntos en sus respectivas historias. La diversidad étnica y cultural, una característica fundamental de la humanidad, tiende a enriquecer a todos los participantes. La diversidad, sin embargo, también contiene el germen del conflicto porque profundiza las divisiones dentro de los grupos, y entre grupos diferentes, promueve la hostilidad, y hace que las medidas para gobernar sean más difíciles de alcanzar, aún más en la era de la globalización y la fertilización intercultural. La única solución razonable para este problema es la civilización. Esto consiste en orquestar grandes esfuerzos civiles a través de los cuales, mediante la educación, las sociedades logren cooperar alrededor de requerimientos fundamentales de gobierno, a pesar de las diferencias. Existen otras fuentes de discordia además de las dificultades para reconciliar los intereses individuales con los intereses de los grupos pequeños y grandes. Me refiero a los conflictos que se originan dentro de cada individuo, en el choque interno entre los impulsos positivos y los impulsos negativos.
En los últimos años de su vida, Sigmund Freud miró la bestialidad de los Nazis como una confirmación de sus dudas sobre la capacidad de las culturas de domar el nefario “deseo suicida” que él creía estaba presente en cada uno de nosotros. Hoy yo lo describiría de manera menos misteriosa y poética. Este factor es un componente estructural de la mente cultural humana. En términos contemporáneos neurobiológicos, el “deseo suicida” de Freud corresponde al desencadenamiento irrestricto de un grupo específico de emociones negativas con la subsecuente disrupción de la homeostasis, y los estragos que causan en los comportamientos individuales y colectivos. Sabemos que las emociones negativas incluyen a la tristeza, la aflicción, el pánico, el miedo, y el asco. La ira es un caso especial. Ha permanecido en la caja de herramientas porque bajo ciertas circunstancias puede proporcionar una ventaja al sujeto iracundo al causar que el enemigo se retracte. Pero aun cuando puede proporcionar ventajas, la ira puede tener un costo muy alto, especialmente cuando se magnifica al grado de rabia violenta. La ira la envidia, los celos, y el desprecio causado por humillaciones y resentimientos de todo tipo son un buen ejemplo de una emoción cuyos beneficios han ido disminuyendo en la evolución.
Las estrategias de cooperación han sido parte de la constitución biológica de los humanos impulsada por la homeostasis, lo que significa que el germen para la resolución de conflictos está presente en los grupos humanos, junto con la tendencia para los conflictos. Parece razonable el asumir, sin embargo, que el equilibrio entre la cooperación saludable y la competencia destructiva depende, sustancialmente, de una contención civilizada y de un gobierno justo y democrático, que represente a los gobernados. Así mismo, la civilización depende del conocimiento, el discernimiento, una sabiduría modesta que resulte de la educación, el progreso científico y tecnológico, y la modulación de las tradiciones humanistas, religiosas y seculares. Sin estos esfuerzos de civilización, grupos de individuos con distintas identidades culturales y sus relacionadas características físicas, psicológicas y sociopolíticas tendrán problemas para obtener lo que necesitan o desean por los medios disponibles. Esto es precisamente lo que su constitución biológica impulsada por la homeostasis promueve naturalmente, una vez que se incorporan en una entidad con fronteras borrosas no definidas. Además del control despótico de un grupo sobre otro, la única alternativa para prevenir o resolver luchas internas destructivas es adoptar comportamientos de cooperación, el tipo de negociaciones inteligentes de conflictos que son el sello de las sociedades humanas más civilizadas en su mejor momento.
La educación en el sentido más amplio de la palabra, es el obvio camino hacia adelante. Un proyecto de educación a largo plazo con el objetivo de crear un ambiente sano y socialmente productivo, necesita dar prominencia a los comportamientos éticos, cívicos y promover los valores morales clásicos: honestidad, amabilidad, empatía, compasión, gratitud, modestia. Dado que la evolución necesitó de miles de millones de años para optimizar las operaciones homeostáticas, ¿cómo pudiéramos esperar que en tan solo unos cuantos miles de años las civilizaciones logren armonizar las necesidades homeostáticas de tantos grupos culturales diversos? Esto nos marca la pauta para aceptar retrocesos temporales mientras mantenemos la esperanza por el progreso, a pesar de la crisis actual de las democracias liberales.
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