A continuación, un extracto del libro The Moral Landscape
Por: Sam Harris
Capítulo 1. La verdad moral
─Extracto
Muchas personas creen que existe algo en los últimos siglos de progreso intelectual que nos impide hablar en términos de una verdad moral, por lo tanto, nos impide también el juzgar moralmente a los demás. Al haber discutido este tema en una variedad de foros públicos, he escuchado la opinión de miles de individuos altamente educados que creen que la moralidad es un mito y que conceptos como el bienestar y la miseria están tan pobremente definidos, o son tan susceptibles a los caprichos personales y a la influencia cultural, que es imposible tener una discusión objetiva sobre ellos. Muchas de estas mismas personas también afirman que un fundamento científico para la moral no serviría para nada en ningún caso. Creen que podemos combatir la maldad humana al mismo tiempo que decimos que nuestras nociones del bien y el mal son injustificadas. Siempre resulta entretenido cuando estas personas dudan o se niegan a condenar comportamientos evidentemente abominables. Creo que no has experimentado una verdadera vida intelectual hasta que no hayas visto a un académico reconocido defender la legitimidad contextual del burka, o de la mutilación genital femenina, apenas unos segundos después de haber anunciado que el relativismo moral no afecta en nada el compromiso de una persona para hacer del mundo un mejor lugar. Es obvio que, para lograr algún tipo de progreso hacia una discusión objetiva de la moral, primero será necesario despejar algunos arbustos filosóficos.
Primero, quiero ser muy claro sobre mi tesis general: No estoy sugiriendo que la ciencia nos puede proporcionar un relato evolucionario o neurobiológico completo sobre lo que las personas hacen en el nombre de la moralidad. Ni tampoco estoy diciendo solamente que la ciencia nos puede ayudar a obtener lo que deseamos de la vida. Estas serían afirmaciones demasiado triviales. En su lugar, estoy argumentando que la ciencia puede, en principio, ayudarnos a entender lo que deberíamos de hacer y desear para poder vivir nuestras mejores vidas posibles. Mi posición es que hay respuestas correctas e incorrectas para las cuestiones morales, de la misma manera que hay respuestas correctas e incorrectas para los temas de la física, y tales respuestas algún día podrán caer dentro del dominio de las nacientes ciencias de la mente. Una vez que entendemos que la preocupación por el bienestar es la única base inteligible para la moral y los valores, también entenderemos que debe existir una ciencia de la moral, independientemente de que tengamos éxito o no en desarrollarla, porque el bienestar de los seres conscientes depende de cómo se encuentra el universo en un momento dado. Dado que los cambios en el universo físico, y en nuestra experiencia dentro de él, pueden ser entendidos, la ciencia debe ser capaz de habilitarnos cada vez más para encontrar respuestas específicas en los temas de la moral. Al entender cada vez más cuáles son las mejores formas para que los seres humanos colaboren y prosperen en este mundo, la ciencia puede ayudarnos a encontrar un camino que nos aleje de los valles más profundos de miseria y acerque hacia los picos de felicidad a la mayor cantidad posible de personas.
Por supuesto que habrá impedimentos prácticos para evaluar las consecuencias de ciertas acciones, y caminos diferentes en la vida pueden ser moralmente equivalentes (puede haber más de un pico en el paisaje moral) sin embargo, mi argumento es que no hay ningún obstáculo, en principio, para hablar sobre una verdad moral. Al parecer, muchas personas educadas y laicas (incluyendo a muchos científicos, académicos, y periodistas) no creen que exista algo parecido a la verdad moral ─solo la preferencia moral, la opinión moral, y reacciones emocionales que confundimos con algún conocimiento verdadero sobre el bien y el mal. Mientras que sí es posible entender cómo piensan los seres humanos y se comportan en el nombre de la moral, es ampliamente aceptado que no existen respuestas correctas a las preguntas sobre la moral que la ciencia pueda descubrir. Algunas personas mantienen esta perspectiva definiendo a la ciencia en términos demasiado angostos, como si fuera sinónimo de los modelos matemáticos, o al acceso inmediato a la información empírica. Sin embargo, esto es confundir a la ciencia con algunas de sus herramientas. La ciencia simplemente representa nuestro mejor esfuerzo por entender lo que sucede en el universo, y la frontera entre la ciencia y el resto del pensamiento racional no siempre se puede delinear claramente. Hay muchas herramientas que se deben tener para pensar de manera científica ─ideas sobre las causas y los efectos, el respeto por la evidencia y la coherencia lógica, una pizca de curiosidad y honestidad intelectual, la tendencia para hacer afirmaciones que sean falsables, etc. ─y estas se deben de utilizar mucho antes de preocuparse por los modelos matemáticos los datos empíricos específicos.
Muchas personas también están confundidas sobre lo que significa el hablar con objetividad científica sobre la condición humana. Como lo señaló alguna vez el filósofo John Searle, hay dos sentidos muy diferentes asociados con los términos “objetivo” y “subjetivo”. El primer sentido tiene que ver con cómo sabemos algo (epistemología), y el segundo con qué es lo que podemos saber (ontología). Cuando decimos que estamos razonando o hablando objetivamente, por lo general, queremos decir que no tenemos ningún sesgo demasiado obvio, que estamos abiertos a los argumentos con puntos de vista opuestos, que conocemos los hechos relevantes, etc. Esto es una afirmación sobre cómo estamos pensando. En este sentido, no existe ningún impedimento para que podamos estudiar hechos subjetivos de manera objetiva. Por ejemplo, es verdad el decir que en este momento estoy experimentando tinnitus o acúfeno (sensación auditiva que consiste en percibir sonidos que no proceden de fuentes externas). Este es un hecho subjetivo sobre mí, y al afirmar este hecho, estoy siendo completamente objetivo, es decir que no estoy mintiendo, ni exagerando; no estoy expresando ninguna preferencia ni sesgo. Simplemente estoy expresando un hecho sobre lo que estoy escuchando en este momento. También he visto a un doctor especialista que me ha confirmado la pérdida auditiva asociada con este síndrome. Sin duda, mi experiencia con el tinnitus tiene una causa objetiva que puede ser detectada y diagnosticada (probablemente daño en mi cóclea). Nadie puede dudar que puedo hablar sobre mi experiencia subjetiva con el síndrome de tinnitus de una manera objetiva y científica ─y ciertamente, las ciencias de la mente están predicadas principalmente en nuestra habilidad de correlacionar reportes en primera persona de experiencias subjetivas con estados mentales del cerebro en terceras personas. Esta es la única manera de estudiar fenómenos como la depresión: los estados subyacentes del cerebro deben ser distinguidos con referencia a la experiencia subjetiva de una persona. Sin embargo, muchas personas creen que debido a que los hechos relacionados con la moral también están relacionados con nuestras experiencias (y son, por lo tanto, subjetivos en el sentido ontológico) entonces, todas las discusiones sobre la moral deben ser subjetivas en el sentido epistemológico (sesgadas y exclusivamente personales). Esto es simplemente falso.
Espero que haya quedado claro que cuando hablo de “verdades morales objetivas”, o sobre las causas objetivas del bienestar humano, no estoy negando la componente subjetiva necesaria de los hechos en discusión. No estoy afirmando que las verdades morales existen independientemente de las experiencias de los seres conscientes, o que ciertas acciones son intrínsicamente malas. Simplemente estoy diciendo que, dado que existen hechos reales para conocer, sobre cómo las criaturas conscientes pueden experimentar la peor miseria posible, y en el otro extremo, el más grandioso bienestar posible, entonces es una verdad objetiva el decir que hay respuestas correctas e incorrectas a las preguntas relacionadas con la moral, independientemente de que nos sea posible el encontrar las respuestas en la práctica. Y como lo he dicho antes, las personas fallan consistentemente en distinguir entre la posibilidad de que existan respuestas en principio sobre algún tema en la naturaleza, y la posibilidad de encontrarlas en la práctica. Es muy importante que no perdamos de vista esta distinción al pensar sobre la aplicación de la ciencia a las preguntas que tienen que ver con el bienestar humano. Después de todo, existe un sin número de fenómenos que son reales subjetivamente, y que podemos discutir de manera objetiva, pero que nos ha sido imposible describir de manera precisa. Está claro que podemos hacer afirmaciones falsas o verdaderas sobre la subjetividad humana, y frecuentemente podemos evaluar estas afirmaciones sin tener acceso a los hechos en cuestión. Esto es algo razonable, científico y a veces necesario. Aun así, muchos científicos dirán que las verdades morales no existen, simplemente porque algunos hechos sobre la experiencia humana no pueden ser conocidos de inmediato, o tal vez nunca serán conocidos. Espero demostrar que este malentendido ha creado una tremenda confusión sobre la relación entre el conocimiento humano y los valores humanos. Otra cosa que hace la idea de una verdad moral difícil es que las personas muchas veces usan un doble estándar al pensar sobre el consenso: la mayoría de las personas piensan que el consenso científico significa que las verdades científicas existen, y que cuando existe alguna controversia científica esto es señal de que se necesita más trabajo para llegar a la verdad; y sin embargo, muchas de estas mismas personas creen que la existencia de alguna controversia moral es prueba de que no puede existir tal cosa como la verdad moral, y que un consenso moral demuestra solamente que los seres humanos pueden tener los mismos sesgos. Esto es un obvio doble estándar que amaña el juego en contra de una concepción universal de la moralidad.
El asunto subyacente es que la verdad no tiene nada que ver, en principio, con el consenso: es posible que una persona tenga la razón, y que todos los demás estén equivocados. El consenso es una guía para descubrir que es lo que sucede en el mundo, pero eso es todo. Su presencia o ausencia no restringe de ninguna manera lo que puede ser verdad. Seguramente existen hechos físicos, químicos, y biológicos que desconocemos o sobre los cuales estamos equivocados. Al hablar de una verdad moral, estoy diciendo que estos deben ser hechos relacionados con el bienestar de los seres vivos sobre los cuales también podemos estar equivocados o desconocer por completo. En ambos casos, la ciencia es la herramienta que puede ayudarnos a descubrir esos hechos.
Y aquí es donde comienza la verdadera controversia, porque muchas personas muestran objeción cuando afirmo que la moralidad y los valores se relacionan con hechos sobre el bienestar de los seres vivos. Al parecer, mis críticos piensan que la conciencia de los seres vivos no ocupa un lugar especial cuando se habla de los valores, o que cualquier estado de la conciencia tiene la misma oportunidad de ser valorado de manera indiferente. La objeción más común es una versión del siguiente argumento: “Pero no has aclarado por qué el bienestar de los seres vivos debe importarnos. Si alguien desea torturar a todos los seres vivos ¿Cómo puede alguien afirmar objetivamente que esta persona es menos moral que alguien más?”. Aunque no creo que ninguna persona cuerda pueda creer sinceramente que el argumento anterior tenga sentido, nunca falta alguien que lo defienda con una ferocidad que a veces parece sincera. Creo que podemos saber con el solo uso de la razón, que la conciencia de los seres vivos es el único terreno de interés inteligible para este caso en particular. ¿Existe otra alternativa? Los invito a que intenten reflexionar sobre otra fuente de valores que no tenga absolutamente nada que ver con la experiencia consciente de los seres vivos. Tómense un momento para pensar lo que eso implicaría: cualquier cosa que sea esta alternativa, no puede afectar la experiencia de ninguna criatura viva. Pongan esta cosa en una caja, y lo que tendrían en esa caja ─aparentemente por definición─ es la cosa menos interesante en todo el universo. ¿Cuánto tiempo deberíamos pasar preocupándonos por tal cosa? Lo que duramos leyendo este párrafo ya es demasiado. Todas las demás nociones sobre los valores tendrán alguna relación con las experiencias de los seres conscientes. De tal modo que mi afirmación de que la consciencia es la base de los valores humanos y la moral, no es un punto de partida arbitrario.
Ahora, mi punto más allá de la consciencia es que el concepto del bienestar captura todo lo que podemos valorar de manera inteligible. Y la moralidad realmente se relaciona con las intenciones y los comportamientos que afectan el bienestar de los seres conscientes. En este punto, los conceptos religiosos sobre las leyes morales frecuentemente son mencionados como ejemplos contrarios: cuando se les cuestiona a algunas personas sobre por qué es importante el obedecer las leyes de Dios, responden astutamente “solo porque son de Dios” ─lo cual es una respuesta que no se relaciona de manera explícita con el bienestar. Claro que es posible dar esta respuesta, pero no parece ser una respuesta honesta ni coherente. ¿Qué tal que un Dios más poderoso que Jehová nos castigue en el más allá por toda la eternidad por haber obedecido las leyes de Jehová en lugar de las suyas? ¿Tendría sentido entonces el haber obedecido las leyes de Jehová “solo porque son de Jehová”? El hecho inescapable es que las personas religiosas están igualmente interesadas en encontrar la felicidad y evitar la miseria como todos los demás ─simplemente muchos de ellos creen que los cambios más importantes en la consciencia ocurren después de la muerte (en el cielo o en el infierno). Por lo tanto, las nociones religiosas sobre la moral no son ninguna excepción a la preocupación común por el bienestar. Y todos los demás esfuerzos filosóficos para describir a la moral en función del deber, la justicia, o cualquier otro principio que no esté explícitamente conectado con el bienestar de los seres conscientes, al final termina necesariamente inspirado en alguna concepción del bienestar. Las dudas que se exponen de inmediato sobre este punto dependen invariablemente de nociones bizarras y restrictivas sobre el significado de bienestar. Creo que hay pocas dudas de que lo que más importa para la persona promedio ─como la justicia, la compasión, y una conciencia general de la realidad terrestre─ será integral para crear una civilización global avanzada y, por lo tanto, para el bienestar más amplio de la humanidad.
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