“Las bacterias son los habitantes más numerosos y diversos del planeta. Hay más células bacterianas dentro de cada organismo humano que células humanas. La diferencia es asombrosa, una célula humana por cada diez bacterianas. Algunas de nuestras propias células tuvieron sus inicios al incorporar bacteria en su estructura. Las células con núcleo cooperaron para constituir tejidos, y después estos tejidos cooperaron para formar órganos y sistemas. El principio es siempre el mismo: los organismos ceden algo a cambio de otra cosa que otros organismos pueden ofrecer. A la larga, esto hace sus vidas más eficientes y su supervivencia más probable. Lo que las bacterias o células o tejidos u órganos ceden es independencia; lo que obtienen a cambio as acceso los bienes comunes que se obtienen mediante la cooperación en términos de nutrientes o condiciones favorables. Consideren esto la próxima vez que escuchen a alguien hablar mal de los acuerdos comerciales internacionales.” (Damasio, 2018)
A continuación un extracto del libro The Strange Order of Things escrito por el neurocientífico investigador Antonio Damasio.
Por: Antonio Damasio
Capítulo 1. Sobre la condición humana
Comienzos humildes
Es conocido que las bacterias que viven en un terreno fértil, rico en nutrientes, pueden darse el lujo de llevar vidas relativamente separadas e independientes. Las bacterias que viven en terrenos donde los recursos son escasos se aglomeran en bandos. Las bacterias pueden censar el tamaño del grupo que forman, evaluar su fuerza, y dependiendo de esa evaluación, decidir si ir a la batalla o no para defender su territorio. Pueden alinearse físicamente para formar una barricada, y pueden excretar moléculas que constituyen un velo delgado, una película que las protege y que probablemente juega un rol en su resistencia a los antibióticos. Por cierto, todo esto es lo que pasa rutinariamente en nuestras gargantas, cuando tenemos un resfriado y se nos complica con una faringitis o laringitis. Esto es algo tan espectacular, que nos hace pensar en cualidades como el razonamiento deliberado, la consciencia y los sentimientos, excepto que las bacterias no tienen ninguna de esas cualidades. Sin embargo, sí poseen sus poderosos antecesores. Las bacterias son la forma de vida mas antigua en el planeta, aparecieron hace casi cuatro mil millones de años. Su cuerpo consiste en una célula, y la célula ni siquiera tiene un núcleo. No tienen cerebro. No tienen mente, en el sentido humano. Aparentan llevar una vida simple, operando según las reglas de la homeostasis. Pero no hay nada simple sobre la química biológica que operan, y que les permite respirar lo irrespirable, y comer o lo incomestible. En la dinámica social compleja que crean pueden cooperar con otras bacterias, sin importar que estén relacionados genómicamente o no. Incluso, en su existencia sin-mente, resulta que también pueden asumir lo que solamente puede describirse como actitudes morales. Grupos de bacterias tienen que lidiar con adversidades en su ambiente y seguido deben competir con otros grupos para ganar territorio y recursos. Para que un grupo sea exitoso, sus miembros deben cooperar. Lo que acontece durante estos esfuerzos grupales puede ser fascinante.
Uno sería muy imprudente en equiparar la sofisticación de la moral humana y la aplicación de la justicia con el comportamiento espontáneo de las bacterias. No debemos confundir el cuidadoso desarrollo y aplicación de las leyes con los estratagemas usados por las bacterias cuando forman grupos para unir fuerzas. Los principios morales y las leyes humanas obedecen las mismas reglas, pero no solo eso, sino que son también el resultado del análisis intelectual de la condición humana, y del manejo del poder por el grupo que inventa y promulga las leyes. Están arraigadas en los sentimientos, el conocimiento, y la razón, procesados en un espacio mental, con el uso del lenguaje. Sin embargo, uno sería igual de imprudente al no reconocer que simples bacterias han gobernado sus vidas por miles de millones de años de acuerdo con un esquema autómata que presagia varios comportamientos e ideas que los humanos mismos hemos utilizado al construir culturas. No hay nada en nuestras mentes que nos advierta que estas estrategias han existido por tanto tiempo, ni cuándo aparecieron por primera vez. Aunque cuando miramos hacia nuestro interior y buscamos la mejor manera de actuar, siempre encontramos corazonadas e intuiciones que son guiadas por sentimientos o que son sentimientos. Esos sentimientos guían nuestros pensamientos y acciones, y proveen el andamiaje necesario para el análisis intelectual e incluso justifican nuestras acciones. Nuestras tendencias de comportamiento naturales nos han llevado a la elaboración de principios básicos de cooperación y de lucha que han estado presentes en el comportamiento de muchos seres vivos.
Esos principios también han guiado, durante lapsos muy grandes de tiempo, y en muchas especies, el ensamblaje evolutivo del afecto y sus componentes claves:
· Las respuestas emotivas generadas al percibir estímulos internos o externos que activan los impulsos del apetito (la sed, el hambre, el apetito sexual, la camaradería, el cariño, la cercanía emocional).
· Y la capacidad de reconocer las situaciones que requieren respuestas emocionales tales como la felicidad, el miedo, la ira, y la compasión.
Esos principios, que pueden ser fácilmente identificados en los mamíferos, son ubicuos en la historia de la vida. Es evidente que la selección natural y la transmisión genética han trabajado duro moldeando y esculpiendo esos modos de reaccionar en ambientes sociales para construir el andamiaje de la mente cultural humana. Juntos, las emociones subjetivas y la inteligencia creativa han operado en ese escenario y han creado instrumentos culturales que sirven a las necesidades de nuestras vidas. Si ese es el caso, entonces el inconsciente humano pudiera tener su origen desde las formas mas tempranas de vida, con unas raíces mucho más antiguas y profundas de lo que Freud o Jung imaginaron.
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