top of page
  • Estupido Libre Albedrio

La tabla rasa Parte 6 ─La ciencia que estudia la evolución de la mente

Updated: Sep 1, 2022



“La psicología evolutiva explica porque la idea de la tabla rasa (mente en blanco al nacer) no es nada más que un mito. Las mentes de nuestros ancestros fueron forjadas en una competencia Darwiniana, un medio inerte hubiera sido fácilmente superado por competidores con tecnología sofisticada ─como un sistema de percepción agudo. Aún peor, una mente en blanco, verdaderamente maleable, hubiera sido manipulada por rivales, quienes la hubieran moldeado o condicionado para servir sus necesidades en lugar de las propias, por lo tanto, hubiera quedado fuera de la selección natural rápidamente. Investigadores en las ciencias humanas han empezado a formar la hipótesis de que la mente evolucionó un diseño innato universal. Algunos antropólogos han regresado al registro etnográfico, que antes promovía las diferencias entre las culturas, y han encontrado un conjunto detallado de aptitudes y gustos que todas las culturas tienen en común. Este modo compartido de sentir, pensar y vivir nos hace parecer como una sola tribu, la cual el antropólogo Donald Brown ha llamado La Gente Universal. Cientos de características desde el miedo a las víboras hasta los operadores lógicos, el amor romántico, los insultos humorísticos, la poesía, los tabús, el intercambio de bienes, el llorar a los muertos, pueden ser encontradas en todas y cada una de las sociedades que han sido documentadas. Pero la idea que ha sido más desacreditada por el pensamiento evolutivo es la doctrina del noble salvaje. Si existe algo verdaderamente noble, lo más probable es que no sea producto de la selección natural, porque en la competencia entre los genes por la representación en las futuras generaciones, los tipos nobles tienden a quedar en último lugar. Los conflictos de interés están en todos lados entre los seres vivos, ya que dos animales no pueden comerse la misma presa, o aparearse con la misma pareja. En la medida en que los impulsos sociales son adaptaciones que maximizan las copias de los genes que los producen, entonces éstos deben ser diseñados para prevalecer en dichos conflictos, y una manera de prevalecer es neutralizar a la competencia. Desde Rousseau muchos intelectuales han aceptado la imagen del nativo pacífico, equitativo, y amante del ecosistema. Pero en las últimas dos décadas los antropólogos han investigado sobre la vida y la muerte en las sociedades previas a la creación del estado soberano. ¿Qué han encontrado? En resumen, Thomas Hobbes estaba en lo correcto, Rousseau estaba equivocado. La violencia prevalente en el tipo de ambientes en los que evolucionamos no quiere decir que nuestra especie tiene una sed de sangre inherente, o una imperativa territorial. Hay buenas razones evolutivas para que los miembros de una especie inteligente intenten vivir en paz. De tal modo que, aunque el conflicto sea algo universal entre los seres humanos, también lo es la resolución de dichos conflictos. Junto con impulsos brutales y repugnantes, todas las personas despliegan también un conjunto de instintos positivos como el sentido de la moral, de la justicia, de comunidad, etc. No todos se sentirán reconfortados por lo anterior, porque degrada el tercer mito de la vida moderna intelectual. El amor, el libre albedrío y la consciencia están dentro del grupo de funciones tradicionalmente atribuidas a el alma y han sido siempre contrapuestas a las funciones meramente biológicas. Si esas funciones son biológicas también ─es decir, adaptaciones evolutivas implementadas en los circuitos del cerebro─ entonces el fantasma en la máquina (el alma en el cuerpo humano) queda con aún menos funciones que desempeñar, y tal vez sea mejor ya retirarlo de una vez.” (Steven Pinker, 2016)



A continuación, un extracto del libro The Blank Slate




Capítulo 3. El ultimo muro en caer


─Extracto


Existe un muro en el panorama del conocimiento que los científicos del siglo veinte que estudian los fenómenos sociales cuidaron con recelo. Divide a la materia de la mente, lo material de lo espiritual, lo físico de lo mental, la biología de la cultura, la naturaleza de la sociedad, la ciencia de las ciencias sociales, las humanidades, y las artes. Pero este muro se está derrumbando gracias a ideas nuevas que han surgido de cuatro áreas del conocimiento que están alcanzando un nuevo entendimiento de la naturaleza humana:


· La ciencia que estudia la mente

· La ciencia que estudia el cerebro

· La ciencia de los genes

· La ciencia de la evolución


La ciencia de la evolución de la mente ─la psicología evolutiva

El cuarto puente entre la biología y la cultura es la psicología evolutiva, el estudio de la historia filogenética y las funciones adaptativas de la mente. Nos proporciona la esperanza de poder llegar a entender el diseño o el propósito de la mente ─no en un sentido teleológico o mítico, sino en un sentido de simulacro de ingeniería que abunda en el mundo natural. Vemos estos signos de ─simulacro de─ ingeniería en todos lados: en ojos que parecen diseñados para captar imágenes, en corazones que parecen diseñados para bombear sangre, en alas que parecen diseñadas para que las aves levanten el vuelo. Darwin demostró que la ilusión del diseño en el mundo natural puede ser explicada mediante la selección natural. Ciertamente un ojo está demasiado bien diseñado como para haber aparecido por casualidad. El ojo humano es misteriosamente similar a los ojos de otros organismos y tiene vestigios raros de ancestros extintos, tales como una retina que aparenta haber sido instalada al revés. Los órganos actuales son réplicas de los órganos en nuestros ancestros cuyo diseño funcionaba mejor que las alternativas, este hecho los habilitó para que se convirtieran en nuestros ancestros. La selección natural es el único proceso físico que conocemos que puede simular a la ingeniería, porque es el único proceso en el que, lo bien que algo funciona, influye de manera importante en lo que se convierte. La evolución es central para entender la vida, incluyendo la vida humana. Como todos los seres vivos, somos el resultado de la selección natural; estamos aquí porque heredamos rasgos que les permitieron a nuestros ancestros sobrevivir, encontrar parejas, y reproducirse.


La evolución es central para entendernos a nosotros mismos porque las señales de algún diseño en los humanos no se detienen en el corazón o el ojo. Aun con todo y su ingeniería exquisita, un ojo no sirve de nada sin un cerebro. La señal que produce el ojo es el material para alimentar una red de circuitos capaces de computar una representación del mundo externo. Esa representación alimenta otros circuitos que ayudan a darle sentido al mundo imputando causas a eventos y colocándolos en categorías que permitan hacer predicciones útiles. Y el darle sentido al mundo, a su vez, funciona al servicio de necesidades como el hambre, el miedo, el amor, la curiosidad, y la persecución de estatus y la estima. Los aspectos de nuestra vida mental que tienen que ver con las relaciones sociales son profundamente complejos. La selección natural favorece a los organismos que son buenos para reproducirse en un ambiente dado. Cuando el ambiente consiste en rocas, pasto, y víboras, es obvio cuáles son las estrategias que funcionan y cuáles no. Pero cuando el ambiente en cuestión consiste en otros miembros de la misma especie evolucionando sus propias estrategias, entonces la solución no es tan obvia. En el juego de la evolución ¿es mejor ser monógamo o polígamo? ¿gentil o agresivo? ¿cooperar con los demás o ser egoísta? ¿consentir a los niños o ser firme? ¿optimista, pragmático, o pesimista? Para preguntas como estas, las corazonadas no son muy útiles, y es por eso que la biología evolutiva ha sido introducida a la psicología.


La selección natural es el proceso moralmente indiferente en el que los replicadores más efectivos se reproducen en una proporción más alta que la competencia y llegan a prevalecer en una población. Los genes seleccionados, por lo tanto, serán los genes “egoístas”, según la metáfora del biólogo Richard Dawkins, aquellos que crean la mayor cantidad de copias de sí mismos. Una adaptación es cualquier rasgo genético que les ayude a lograr esta obsesión, sin importar ninguna aspiración humana. Y esta es una concepción drásticamente diferente a cualquier intuición sobre el propósito de nuestras facultades. El “egoísmo” de los genes no implica que la bondad y la cooperación no pueden evolucionar, de la misma manera que la ley de gravedad no impidió que la capacidad de volar evolucionara. Solo quiere decir que la bondad, como la capacidad de volar, es una condición especial que requiere una explicación, no algo que solamente sucede. Solo puede evolucionar bajo circunstancias particulares y debe ser sustentada por un juego de facultades emocionales y cognitivas. Durante la revolución sociobiológica en la década de los setenta, los biólogos evolutivos reemplazaron al impulso misterioso que evolucionaron los organismos para servir al bien común con deducciones sobre los tipos de motivaciones que pueden evolucionar cuando los organismos interactúan con sus descendientes, parejas, hermanos, amigos, extraños, y adversarios. Cuando estas deducciones fueron combinadas y estudiadas junto con hechos básicos conocidos sobre el estilo de vida de los cazadores y recolectores donde los humanos evolucionaron, partes de la mente humana que antes eran consideradas indescifrables, resultaron tener una racional y ser tan claras como las partes que controlan la percepción de profundidad y regulan la sed. Un ojo que busca la belleza, por ejemplo, se fija en rostros que exhiben señales de buena salud y fertilidad. Las emociones como la simpatía, gratitud, culpa, y la ira, permiten a las personas el beneficiarse de la cooperación sin ser explotados por mentirosos y tramposos. Una reputación de ser duro y tener sed de venganza eran las mejores defensas contra la agresión en un mundo donde no se podía llamar al 911. Nada de esto quiere decir que las personas literalmente buscan solo el replicar sus genes. Si la mente funcionara de esa manera, los hombres pasarían su tiempo solo haciendo filas fuera de los bancos de esperma. Solo significa que los sistemas heredados para el aprendizaje, el pensar, y el sentir, tienen un diseño que hubieran permitido una mejor subsistencia en el ambiente en donde nuestros ancestros evolucionaron.


La diferencia entre los mecanismos que impulsan a los organismos a comportarse de una manera en tiempo real y los mecanismos que moldearon el diseño del organismo a través de un lapso evolutivo es relevante por lo que deben diferenciarse con términos diferentes. Una causa de comportamiento próxima es un mecanismo que provoca comportamientos en tiempo real, tales como el hambre y la lujuria. Una causa última es la racional adaptativa que llevó a la evolución de la causa próxima, tales como la necesidad de la nutrición y la reproducción que tuvo como resultado la aparición de sensaciones como el hambre y la lujuria. La distinción entre causalidad próxima y última es indispensable para entendernos a nosotros mismos porque determina la respuesta para cada pregunta en la forma ¿por qué razón actúa de esa manera determinada persona? Esta distinción también es un tipo de prueba del hecho que no somos una tabla rasa. Cada vez que las personas luchan por alcanzar recompensas como la salud y la felicidad uno pudiera suponer que la mente está equipada solamente con el deseo de alcanzar ambas metas y con cálculos de causa-efecto que ayudan a obtenerlas. Pero las personas frecuentemente tienen deseos que sabotean su bienestar próximo, deseos que no pueden articular y que pueden intentar extirpar sin éxito. Estos impulsos personales complicados tienen una racional transparentemente evolutiva, y sugieren que la mente está equipada con anhelos moldeados por la selección natural, y no por un deseo genérico de bienestar personal.


La psicología evolutiva también explica porque la idea de la tabla rasa (mente en blanco al nacer) no es nada más que un mito. Las mentes de nuestros ancestros fueron forjadas en una competencia Darwiniana, y un medio inerte hubiera sido superado fácilmente por competidores con tecnología sofisticada ─como un sistema de percepción agudo, capacidad para la resolución de problemas, habilidad para crear estrategias, circuitos de retroalimentación sensibles, etc. Aún peor, una mente en blanco verdaderamente maleable hubiera sido fácilmente manipulada por rivales, quienes la hubieran moldeado o condicionado para servir sus necesidades en lugar de las propias. Una mente maleable hubiera quedado fuera de la selección natural rápidamente.


Investigadores en las ciencias humanas han empezado a formar la hipótesis de que la mente evolucionó un diseño innato universal. Algunos antropólogos han regresado al registro etnográfico, que antes promovía las diferencias entre las culturas, y han encontrado un conjunto detallado de aptitudes y gustos que todas las culturas tienen en común. Este modo compartido de sentir, pensar y vivir nos hace parecer como una sola tribu, la cual el antropólogo Donald Brown ha llamado La Gente Universal. Cientos de características desde el miedo a las víboras hasta los operadores lógicos, el amor romántico, los insultos humorísticos, la poesía, los tabús, el intercambio de bienes, el llorar a los muertos, pueden ser encontradas en todas y cada una de las sociedades que han sido documentadas. No quiere decir que cada comportamiento universal sea un reflejo directo de algún componente universal de la naturaleza humana ─muchos comportamientos nacen de una interrelación entre propiedades universales de la mente, del cuerpo, y del mundo. Sin embargo, la riqueza y el detalle que se puede incluir en la idea de La Gente Universal es impactante para cualquier intuición de que la mente es una tabla rasa o de que las culturas pueden variar infinitamente.


Pero la idea que ha sido más desacreditada por el pensamiento evolutivo es la doctrina del noble salvaje. Si existe algo verdaderamente noble, lo más probable es que no sea producto de la selección natural, porque en la competencia entre los genes por la representación en las futuras generaciones, los tipos nobles tienden a quedar en último lugar. Los conflictos de interés están en todos lados entre los seres vivos, ya que dos animales no pueden comerse la misma presa, o aparearse con la misma pareja. En la medida en que los impulsos sociales son adaptaciones que maximizan las copias de los genes que los producen, éstos deben ser diseñados para prevalecer en dichos conflictos, y una manera de prevalecer es neutralizar a la competencia. Como lo dijo William James, “Nosotros, los descendientes lineales de los actores exitosos en una escena de masacre tras otra, debemos tener aún con nosotros, además de cualquier otra virtud pacífica que poseamos, listos para inflamarse en cualquier momento, los rasgos latentes y siniestros que permitieron a nuestros ancestros sobrevivir tantas masacres, dañando a otros, y escapando ellos ilesos.”


Desde Rousseau muchos intelectuales han aceptado la imagen del nativo indígena pacífico, equitativo, y amante del ecosistema. Pero en las últimas dos décadas los antropólogos han investigado sobre la vida y la muerte en las sociedades previas a la creación del estado soberano. ¿Qué han encontrado? En resumen, Thomas Hobbes estaba en lo correcto, Rousseau estaba equivocado. La violencia prevalente en el tipo de ambientes en los que evolucionamos no quiere decir que nuestra especie tiene una sed de sangre inherente, o una imperativa territorial. Hay buenas razones evolutivas para que los miembros de una especie inteligente intenten vivir en paz. Muchas simulaciones por computadora y modelos matemáticos han demostrado que la cooperación produce resultados positivos en términos evolutivos siempre y cuando los individuos tengan cerebros con la combinación correcta de facultades cognitivas y emocionales. De tal modo que, aunque el conflicto sea algo universal entre los seres humanos, también lo es la resolución de dichos conflictos. Junto con impulsos brutales y repugnantes, todas las personas despliegan también un conjunto de instintos positivos: un sentido de la moral, de la justicia, de comunidad, la capacidad de considerar las consecuencias antes de elegir como actuar, el amor a los niños, los esposos, los amigos. Si un grupo de personas deciden participar en actos de violencia, o tratan de buscar la paz, depende en cuál conjunto de impulsos e instintos se encuentran activos.


No todos se sentirán reconfortados por lo anterior, porque degrada el tercer mito de la vida moderna intelectual. El amor, el libre albedrío y la consciencia están dentro del grupo de funciones tradicionalmente atribuidas a el alma y han sido siempre contrapuestas a las funciones meramente biológicas. Si esas funciones son biológicas también ─es decir, adaptaciones evolutivas implementadas en los circuitos del cerebro─ entonces el fantasma en la máquina (el alma en el cuerpo humano) queda con aún menos funciones que desempeñar, y tal vez sea mejor ya retirarlo de una vez.



Video del canal Big Think en YouTube de Steven Pinker hablando sobre la evolución humana.



55 views0 comments

Recent Posts

See All

Comments


bottom of page