El poder del método científico sobre la naturaleza se ejerce mediante la sustitución de objetos por información. Esta información son datos, evidencia, pistas, signos, que son útiles para lograr algo y no un fin en sí mismos. La contemplación de los antiguos filósofos griegos era el arte de la aceptación de los fenómenos naturales para ser sufridos o disfrutados. Para la ciencia moderna experimental los fenómenos naturales son un reto, puntos de partida para el estudio, no una culminación para contemplar, por esta razón es un arte de control. El conocimiento científico estudia las correlaciones entre diferentes variables que afectan a un fenómeno natural, y que pueden manipularse. Esta es una desviación de la actitud contemplativa de la antigüedad sobre las características inmutables, finales, divinas de los objetos naturales. La actitud de contemplación estética de lo que yace frente a nosotros como algo completo, final, se contrapone a la actitud de control que mira hacia el futuro interesada en el cambio, en la experimentación dirigida, en las relaciones fenomenológicas y sus mecanismos en el mundo natural. En lugar de intentar acceder a un plano más elevado a través del intelecto puro o mediante algún proceso divino, la ciencia logra su objetivo al obtener conocimiento útil sobre todo lo que afecta a la existencia humana. La importancia de los resultados obtenidos con este método relativamente nuevo, exige un cuestionamiento urgente y profundo a las autoridades antiguas que han sido tradicionalmente consideradas como fuentes confiables de conocimiento aun hasta el día de hoy, y que conservan el legado de la vieja metafísica: la creencia de que la moral y los fenómenos socioculturales no pueden estudiarse con este método.
A continuación, un extracto del libro The Quest for Certainty
Por: John Dewey
Capítulo 4. El arte de la aceptación y el arte del control
─Extracto
Olvidemos las conclusiones de la filosofía griega, saquen de su mente todas las teorías sobre el conocimiento y sobre la realidad. Tomen los simples hechos directos: aquí están las coloridas, fragantes, encantadoras, atractivas, y bellas cosas de la naturaleza que disfrutamos, y que también sufrimos cuando son odiosas, feas, asquerosas.
¿Cuál es el efecto que la ciencia física ha forjado sobre estas cosas?
Si acordamos por un momento desnudar la mente de proposiciones filosóficas y metafísicas, y tomamos el asunto de la manera más simple e inocente posible, creo que la respuesta, puesta en términos técnicos, sería que sustituye los objetos por información. Por información quiero decir el tema en cuestión que requiere una interpretación más profunda; algo sobre lo que hay que pensar. Los objetos son finitos, completos, terminados, requieren del pensamiento solo para definirlos, clasificarlos, para una subsunción silogística, etc. Pero los datos son materiales; son indicaciones, evidencia, signos, pistas de algo aún por descubrir; son intermediarios, no últimos, son el medio, no el fin.
La ciencia griega y medieval formaban el arte de la aceptación de las cosas para ser disfrutadas y para ser sufridas. La ciencia moderna experimental es un arte de control. La naturaleza como existe en un momento determinado es un reto, no una culminación; provee puntos de partida y oportunidades en lugar de fines.
Hay un cambio del conocimiento como un gozo estético de las propiedades de la naturaleza considerado como una obra de arte divina, al conocimiento como un medio de control secular ─esto es, un método para introducir cambios intencionalmente los cuales alteren la dirección actual de los eventos. Cuando la correlación de los cambios se vuelve el objetivo del conocimiento, el cumplimiento de este objetivo es equivalente a poner en nuestras manos un instrumento de control. La actitud estética es la necesidad dirigida hacia lo que yace frente a nosotros; ya completo, final. La actitud de control mira hacia el futuro, hacia la producción. La actitud científica, como una actitud interesada en el cambio en lugar de fijaciones aisladas y absolutas; está necesariamente en un estado de alerta hacia los problemas; cada nueva pregunta es una oportunidad para una futura investigación experimental ─para efectuar más cambios dirigidos.
No hay nada que una mente científica lamentaría más, que el alcanzar una condición en donde no haya más problemas. Ese estado sería la muerte de la ciencia, no su vida perfeccionada. Solo debemos contrastar esta disposición con aquella que prevalece en la moral y en la política para darnos cuenta de la diferencia, así como también para apreciar que tan limitado es su desarrollo.
En términos elevadamente prácticos, seguimos viviendo aprensivos de los cambios y de los problemas. Como los hombres de antaño, con respecto a los fenómenos naturales, preferimos aceptar, sufrir o disfrutar ─cualquiera que sea el caso─ de lo que encontramos posesión en el campo. Hasta que los objetos naturales fueron desnudados de fines determinados los cuales eran considerados como el resultado de la tendencia intrínseca de las propias operaciones de la naturaleza, la naturaleza no podía convertirse en un material plástico para ser moldeado por los deseos y propósitos humanos.
El objetivo de la ciencia se vuelve el descubrimiento de las relaciones constantes entre cambios, en lugar de la definición de objetos inmutables alejados de la posibilidad de alguna alteración. La ciencia está interesada en el mecanismo de los eventos en lugar de las causas finales. El conocimiento trata con el mundo donde vivimos, el mundo de las experiencias, en lugar intentar escapar a través del intelecto hacia un mundo más elevado.
El conocimiento experimental es una modalidad del hacer, y como todas las actividades se desarrolla en un lugar, en algún momento, bajo condiciones específicas en conexión con un problema en definitivo. La noción de que los descubrimientos de la ciencia son revelaciones de las propiedades inherentes de una realidad fundamental es un legado de la vieja metafísica. La investigación científica siempre comienza desde las cosas en el medio ambiente que experimentamos en nuestra vida diaria, con las cosas que vemos, tocamos, usamos, disfrutamos y sufrimos. Este es el mundo cualitativo ordinario. Pero en lugar de aceptar que las cualidades y los valores ─los fines y las formas─ de este mundo nos provean los objetos del conocimiento dándoles un arreglo lógico, la investigación científica los trata como un reto al pensamiento. Son el material de los problemas no de las soluciones. Son para ser conocidos, en lugar de objetos de conocimiento. El primer paso en el conocimiento es encontrar los problemas que requieren solución. Este paso se desempeña alterando cualidades obvias. Estos son los efectos; son cosas para ser comprendidas en términos de su generación. La búsqueda de causas eficientes en lugar de causas finales, por relaciones extrínsecas en lugar de formas intrínsecas, constituye el objetivo de la ciencia. Es una búsqueda por aquellas relaciones de las cuales depende las ocurrencias de valores y cualidades reales, por medios a través de los cuales podamos regular dichas ocurrencias. Lo que la ciencia hace realmente es demostrar que cualquier objeto natural puede ser tratado en términos de las relaciones de las cuales depende su ocurrencia, o como un evento, y que al tratarlo de este modo, podemos ponernos detrás de las cualidades inmediatas que presenta este objeto de la experiencia directa, y regular sus acontecimientos, en lugar de tener que esperar a que condiciones fuera de nuestro control traigan estos acontecimientos. La reducción de la experiencia a una forma de relaciones, que son neutrales respecto a características cualitativas, es un prerrequisito a la habilidad de dirigir el curso de los eventos, para que terminen en la ocurrencia de un objeto con las cualidades deseadas.
El desarrollo de la investigación científica con su completa dependencia en la experimentación ha probado el profundo error de la creencia que el conocimiento puede alcanzarse exclusivamente por medio de los poderes de la mente.
¿No es tiempo de revisar las concepciones filosóficas que fueron fundadas en una creencia cuya falsedad ha sido comprobada? La sustancia del presente argumento es que, si enmarcamos nuestra definición del conocimiento en el modelo experimental, encontramos que es un modo de operar sobre y con las cosas de la experiencia ordinaria para que podamos enmarcar nuestras ideas de ellas en términos de sus interacciones, en lugar de las cualidades que presentan directamente, y para que de esta manera nuestro control sobre ellas, nuestra habilidad para cambiarlas y dirigir dichos cambios como lo deseemos, sea incrementado de manera indefinida. El saber es en sí mismo un modo de acción práctica y es el modo de interacción mediante el cual otras interacciones naturales se someten a ser dirigidas. Tal es la importancia del método experimental hasta donde hemos seguido su trayectoria.
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