Ninguna idea debe ser inmune al criticismo, ni siquiera las verdades matemáticas porque cómo pudiéramos comprobarlas si no las ponemos en duda primero. La realidad que intentamos navegar todos los días es una reproducción interna creada por nuestra percepción sensorial. Sin embargo, cualquiera que ha visto un acto de magia sabe que los sentidos pueden ser engañados, por lo tanto, nuestra percepción de la realidad es falible. Una persona que no comprende lo anterior y cree poseer ideas infalibles, es una persona que tiene dificultades para aceptar la crítica y cambiar su forma de pensar. El escuchar la crítica y permanecer abiertos a la posibilidad de ser persuadidos por buenos argumentos es la única manera de hacer correcciones en nuestras ideas y de tener la oportunidad de converger hacia la verdad. Pudiéramos ser persuadidos por ideas erróneas, pero solo provisionalmente, porque mientras sigamos escuchando a los demás, tarde o temprano tendremos la oportunidad de hacer una nueva corrección en la dirección correcta. De hecho, todo el conocimiento es adquirido por medio de la persuasión y no se requiere tener absoluta confianza en la fuente siempre y cuando sus argumentos sean sólidos. Lo que es necesario es aplicar el pensamiento crítico para discernir los hechos y la verdad sin importar como nos lleguen.
A continuación, les comparto un extracto del libro The Beginning of Infinity donde el Dios griego Hermes conversa con Sócrates y lo ayuda a descubrir la rama de la filosofía llamada epistemología.
Por: David Deutsch
Capítulo 10. Un Sueño de Sócrates
─Extracto
HERMES: Los espartanos y los atenienses no son más que hombres falibles y están sujetos a las mismas ideas equivocadas y los mismos errores en todos sus pensamientos.
SÓCRATES: ¡Espera! ¿Todos nuestros pensamientos son falibles? ¿Literalmente no existe ninguna idea que podamos sostener inmune del criticismo?
HERMES: ¿Como cuál?
SÓCRATES: ¿Qué tal las verdades de la aritmética? Como: dos más dos es igual a cuatro ¿O el hecho que la ciudad de Delfos existe? ¿Qué tal el dato aritmético que la suma de los ángulos internos de un triángulo es equivalente a dos ángulos rectos?
HERMES: Sin revelar ningún hecho, no puedo confirmar que todas esas proposiciones ¡son siquiera verdad! Pero aún más importante es lo siguiente: ¿porque escogiste esas proposiciones en particular para nominarlas como inmunes al criticismo? ¿Porque Delfos y no Atenas? ¿Porque dos más dos y no tres más cuatro? ¿Por qué no el teorema de Pitágoras? ¿Fue acaso porque decidiste que esas proposiciones ilustrarían mejor tu punto porque eran las más evidentes e imparcialmente verdaderas de todas las demás proposiciones que consideraste?
SÓCRATES: Sí
HERMES: Pero entonces, ¿cómo determinaste que tan evidentes e imparciales eran cada una de estas proposiciones, comparadas con las demás? ¿Acaso no las criticaste? ¿No intentaste pensar rápidamente en formas o razones que las pudieran hacer falsas?
SÓCRATES: Sí lo hice. Ya veo. Si las hubiera sostenido inmunes al criticismo, no hubiera podido llegar a la conclusión de que son evidentes e imparciales. Además, si no las hubiera criticado, no hubiera podido entender porque son verdad. Mi duda mejoró mi conocimiento sobre una verdad importante ─ ya que el conocimiento que es inmune al criticismo nunca puede mejorarse.
HERMES: Esto también ya lo sabías. Ya que esa es la razón por la que siempre animas a todos a criticar incluso lo que parece más obvio. Ahora considera ¿qué pasaría si los falibles votantes atenienses cometieran un error y promulgaran una ley que fuera muy injusta e imprudente?
SÓCRATES: Lo cual, hacen frecuentemente
HERMES: Imagina un caso en específico, en aras de la discusión. Supongamos que fueran firmemente persuadidos de que el robar es una virtud de la que se obtiene muchos beneficios prácticos, y por esta razón abolieron todas las leyes que lo prohibían. ¿Qué pasaría?
SÓCRATES: Todos empezarían a robar. Muy pronto todos aquellos que son los mejores para robar (y para vivir entre ladrones) se convertirían en los ciudadanos más ricos. Pero la mayoría de las personas ya no estarían seguros en sus propiedades, y todos los granjeros, los artesanos, y los comerciantes muy pronto encontrarían que es imposible el continuar produciendo nada que valga la pena ser robado. Así que seguiría el desastre y la hambruna, mientras que nunca llegarían los prometidos beneficios, y todos se darían cuenta entonces de que estaban equivocados.
HERMES: ¿Tu lo crees? Déjame recordarte una vez más de la falibilidad de la naturaleza humana, Sócrates. Dado el hecho de que fueron firmemente persuadidos de que el robo era bueno, ¿no crees más bien que su primera reacción sería que no hay suficiente robo? ¿No crees que impondrían leyes que lo promuevan aún más?
SÓCRATES: Así es, al principio. Sin embargo, no importa que tan firmemente hayan sido persuadidos, estos reveses serian un problema en sus vidas, por lo que desearán resolverlos. Algunos entre ellos eventualmente empezaran a sospechar que el incrementar el robo puede no ser la solución después de todo. Así que pensarían más al respecto. Habrían sido convencidos de los beneficios de robar por alguna explicación o por otra. Ahora buscarían explicar porque la supuesta solución al parecer no funciona. Eventualmente encontrarían una explicación que parezca mejor. Así que gradualmente convencerían a otros de lo mismo─ y así seguirían hasta que la mayoría nuevamente se oponga al robo.
HERMES: ¡Ajá! Entonces la salvación llegaría a través de la persuasión.
SÓCRATES: Si quieres verlo de esa manera. El pensamiento, la explicación y la persuasión. Y ahora entenderían mejor porque el robar es dañino, a través de sus nuevas explicaciones.
HERMES: Por cierto, esta pequeña historia que hemos imaginado es exactamente como Atenas se mira desde mi perspectiva.
SÓCRATES: ¡Como debes reírte de nosotros!
HERMES: Para nada, ateniense. Como dije, yo los honro. Ahora, consideremos que pasaría si en lugar de legalizar el robo, su error haya sido el prohibir el debate. Y el prohibir a la filosofía y a la política y las elecciones y toda esa constelación de actividades, y considerarlas vergonzosas.
SÓCRATES: Ya veo. Eso tendría el efecto de prohibir la persuasión. Y por lo tanto bloquearía ese camino hacia la salvación como lo hemos discutido. Este es un error raro y mortal: previene su misma disolución.
HERMES: O al menos hace la salvación inmensamente más difícil. Esto es como Esparta se mira desde mi perspectiva.
SÓCRATES: Ya veo. Para mí también, ahora que lo señalas. En el pasado frecuentemente he pensado sobre las muchas diferencias entre las dos ciudades, porque debo confesar que ha habido y aún hay muchas cosas que admiro sobre los espartanos. Pero nunca me había dado cuenta hasta ahora que esas diferencias eran superficiales. Bajo las evidentes virtudes y los vicios, debajo incluso del hecho que son enemigos de Atenas, Esparta es la victima ─y el sirviente─ de un mal profundo. Esta es una revelación trascendental, noble Apolo, mejor que mil declaraciones del oráculo, y no me es posible expresar adecuadamente mi gratitud.
HERMES: [asienta la cabeza en reconocimiento]
SÓCRATES: También veo ahora porque siempre me urges a mantener en mente la falibilidad humana. De hecho, como mencionaste que algunas verdades morales se deducen lógicamente de consideraciones epistemológicas, ahora me pregunto si esto es cierto para todas las verdades morales. Pudiera ser que el imperativo moral “no destruir los medios para corregir nuestros errores” ¿es el único imperativo moral? ¿Tal vez todas las otras verdades morales le siguen a lo anterior?
HERMES: [silencio}
SÓCRATES: Como lo desees. Ahora en lo que concierne a Atenas, y lo que decías sobre la epistemología: si nuestros prospectos para descubrir nuevos conocimientos son tan buenos ¿porque estabas resaltando la poca confiabilidad de nuestros sentidos?
HERMES: Estaba corrigiendo tu descripción de la búsqueda por el conocimiento como el “esforzarse para ver más allá de lo que se puede ver fácilmente”.
SÓCRATES: Estaba hablando metafóricamente: “ver” en el sentido de “entender”
HERMES: Sí. Sin embargo, ya has concedido que incluso esas cosas que tú pensabas que eran fáciles de ver son de hecho difíciles de ver si no se posee ningún conocimiento previo sobre ellas. De hecho, nada es fácil de ver sin un conocimiento previo. Todo el conocimiento sobre el mundo es difícil de obtener. Además…
SÓCRATES: Además, le sigue que no obtenemos ese conocimiento “viendo”. No fluye hacia nosotros mediante los sentidos.
HERMES: Exactamente
SÓCRATES: Sin embargo, tú mismo dices que el conocimiento objetivo es alcanzable. Así que, si no lo obtenemos mediante nuestros sentidos, entonces ¿de dónde viene?
HERMES: Supongamos que te dijera que todo el conocimiento se obtiene mediante la persuasión.
SÓCRATES: ¡La persuasión otra vez! Bueno, entonces yo contestaría ─con todo respeto─ que eso no tiene ningún sentido. Quien logre persuadirme sobre algo, primero debe haberlo descubierto por el mismo, en ese caso el tema relevante es de donde vino su conocimiento.
HERMES: Es correcto, a menos que…
SÓCRATES: Y en todo caso, cuando aprendo algo mediante la persuasión, me llega por medio de mis sentidos.
HERMES: No, ahí te equivocas. Solo parece de esa manera.
SÓCRATES: ¿Qué?
HERMES: Bueno, estas aprendiendo cosas de mi ahora, ¿verdad? ¿Te están llegando estas cosas a través de tus sentidos?
SÓCRATES: Sí, por supuesto. Oh ─espera─ no, no es así. Pero eso es solo porque tú, un ser sobrenatural, estas derivando mis sentidos y me estas mandando conocimiento en mis sueños.
HERMES: ¿Estás seguro?
SÓCRATES: ¡Pensé que habías dicho que no ibas a jugar trucos! ¿Estás negando tu propia existencia ahora? Cuando los sofistas hacen eso, usualmente les tomo la palabra y dejo de discutir con ellos.
HERMES: Una política que habla de tu sabiduría, Sócrates. Pero no he negado mi existencia. Solo cuestionaba la diferencia que hace el que sea real o no. ¿Te haría cambiar de parecer sobre cualquier cosa que has aprendido de epistemología durante esta conversación?
SÓCRATES: Tal vez no…
HERMES: ¿Tal vez no? Vamos Sócrates, si hace poco presumías que tú y tus conciudadanos siempre están abiertos a la persuasión.
SÓCRATES: Sí, sí ya veo.
HERMES: Ahora, si solo soy un instrumento de tu propia imaginación, entonces ¿quién te ha persuadido?
SÓCRATES: Probablemente yo mismo ─a menos que este sueño no venga de ti ni de mí, sino de alguna otra fuente.
HERMES: ¿Pero no dijiste que estas abierto a ser persuadido por cualquiera? Si los sueños emanan de una fuente desconocida, ¿qué diferencia hace? Si son persuasivos, ¿no estás obligado como ateniense honorable a aceptarlo?
SÓCRATES: Parece que sí lo estoy. Pero ¿qué tal que el sueño emanara de una fuente malévola?
HERMES: Eso no hace ninguna diferencia fundamental. Supongamos que la fuente pretende decirte un hecho. Entonces, si tu sospechas que la fuente es malévola, trataras de entender que maldad está intentando perpetrar al decirte el supuesto hecho. Pero después, dependiendo de tu explicación, pudieras decidir el creerle de todos modos.
SÓCRATES: Ya veo. Por ejemplo, si un enemigo anuncia que planea matarme, es posible que le crea a pesar de su maldad.
HERMES: Sí. O tal vez no lo hagas. Y si tu amigo más cercano pretende decirte un hecho, de igual manera puede ser que te preguntes si él ha no sido engañado por terceras partes malévolas. O si simplemente está equivocado por cualquiera de las posibles razones. Por esto, algunas situaciones pueden suceder fácilmente en las cuales desconfías de tu mejor amigo y le crees a tu peor enemigo. Lo que importa en todos los casos es la explicación que tú creas por ti mismo, dentro de tu propia mente, con los hechos, con las observaciones y la advertencia en cuestión.
SÓCRATES: Ya veo. No necesito confiar en la fuente del argumento si el argumento mismo es persuasivo. Y no tengo manera de usar ninguna fuente a menos que tenga un argumento persuasivo.
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